Laura iba derechito a la oficina de Eduardo cuando se le atravesó la
susodicha, la mirada de arrechera fue,
naturalmente, incontenible. Hace unos meses empezó a sospechar que Eduardo y la
rubia ridícula de la secretaria tenían algo, su gato encerrado pues. Pero
Laura, apelando al raciocinio, no se dejó llevar por cosas banales y al final
terminó por no pararle mucho al asunto. Un día la cosa fue a mayores, vio con
sus propios ojos las pruebas irrefutables del delito: Eduardo se despedía de la
raquítica insípida con un apasionado beso. “Ni a mí me besa tan bien el maricón
ese” pensó en aquel momento. Desde ese día Laurita se dedicó a reunir pruebas
suficientes para pedirle el divorcio a Eduardo. Y juró hacerlo de la peor
manera.
Volvemos al principio. Laura iba, más o
menos, a mitad del pasillo, el escritorio de la rubia oxigenada quedaba
exactamente a esa distancia pero Laura ni se percató de eso. Laura iba arrecha,
a millón por ese pasillo para escupirle en la cara a Eduardo que era un perro,
un idiota mal nacido y cobarde por haberla traicionado con la homínida
campesina esa, que ni buen gusto para vestir tiene. Faltando pocos pasos para llegar, la rubia se
le atravesó a Laura.
-¿A dónde vas tan apurada mijita?” Le dijo la rubia
- Quítate antes de que me quede todo el oxigeno barato de tu tinte en la
mano del coñazo que te voy a lanzar- le
gritó Laura casi al borde la histeria.
-
pero no deberías alterarte mami, el horóscopo dice que hoy nadie debe alterarse
y que debemos agradecer lo que nos trae el universo y que eso es designio de
los astros. Le dijo.
-
¿El horóscopo no te ha dicho lo estúpida que eres?, quítate y dime dónde está
Eduardo.
-
En la sala- le dijo la Rubia - pero no puedes pasar, solo debes pasar por una
emergencia laboral o un accidente grave.
Laura prefirió no oír esa parte del balbuceo de la rubia y entró, cuando
llegó todos se quedaron atónitos por la entrada de ella: El jefe de departamento, el gerente de ventas,
el secretario de residencia y el mismo presidente que no podían creer aquella
escena.
-
¿y a ti que te pasa Laura?- le preguntó Eduardo.
-
Nada chico, fíjate. Lo que me
falta es que en el horóscopo me salga que soy una cabrona de mierda- le respondió.
Laura lanzó las pruebas en la mesa, Eduardo
no podía creerlo e intentó explicarle a Laura todo, y a los demás también, pero
Laura no lo dejó se fue llorando, con
rabia contenida en alma por todo aquello, pero antes de irse le dijo:
-
Por cierto, si te quieres quejar vete a un planetario y quéjate con el
universo, sería el colmo que también me
echaras la culpa por ser la güevona que fui contigo.
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