3/12/12
Miserias
Hoy las
arpías susurran tus secretos
Te
marchitan el rostro lleno de tierra
Encharcan
tus ojos de estiércol
De
mentiras
De
miserias.
La
noche baila sin pudor en tus pupilas
Allá
donde ella misma se confunde
Donde
se pierde en la negrura
Donde nacen
tus angustias
Tus
miserias.
Tus
ojos grandes y curvos llenos de nada
Tu cara
pálida y larga revela tu hastío
Tu piel
amarilla y seca
Áspera,
enferma, hedionda
Abrazada
por tus miserias.
Tu
lengua viperina se alza por encima de tu alma
Y el viento
trae consigo aires de muerte
El aire
es tu hálito arrastrado por el viento
Desde
tus labios hasta la muerte
De tu
espíritu muerto, de tus miserias.
¡Entonces
ve querida!
Junta
tus pies con el azufre del infierno
Vete al
diablo vestida de blanco
Él
comerá tu carne podrida, tus ojos vacíos
Él
comerá tus miserias.
De tus rosas negras.
Hundo
mil espinas al mismo tiempo
Y al
mismo tiempo tus besos
Llenos
de alegría
De
nostalgias
De
tardes tristes
De nada.
Me
hundo mil espinas al mismo tiempo
Y la
flor que arranca lágrimas a destajo
Que las funde con la soledad
Que
caen en mi alma
Y se
lanzan al vacio.
Me
puedo hundir mil flores
Mil espinas
Mis berrinches,
mis dolores.
Abrazo
tu recuerdo como ángel
Que se
hunde en un torbellino de luces
Que
enceguecen, que marean
Que confunden
Que lo
llevan a lo oscuro
A la
cueva del lobo
Al nido
de la víbora.
Lo
cierto es que el veneno se hunde entre mis besos
La
desolación arrasa con mi alma
Se
pudren las flores
Se
queman las espinas
Pero no
se marchita tu recuerdo.
Mientras
muestro esta mueca de tristeza
Mi cara
se tuerce de repugnancia
Mis
ojos despuntan al cielo
Mi
espalda besa la cama de rosas
De tus
rosas negras
Las de
mil espinas
Que
escupen
Que me
envenenan el alma
Que me
borran de tu mente.
26/11/12
Demonios y Condesas
Liechtenstein, 1830
Cuando
el goteo de la lluvia comenzó a caer sobre el tejado, Mátrima sintió un leve
temor, miró de soslayo a ver si alguna presencia se había manifestado pero no,
no había nadie y eso la hizo sentir más tranquila y por un
segundo olvidó que desde hace varios años, y de forma repentina, el miedo más
inquietante se le metía en el alma, si
es que acaso ellos tienen alma.
24
años atrás el Sacro Imperio Romano Germánico fue invadido, ella estuvo ahí, fue
la primera vez que masacraba gente a mansalva y se complacía de ello. Las razones
políticas de aquellos días le interesaban, pero pasaron a un segundo plano
cuando se sintió hambrienta, consciente de su naturaleza. Ese día Mátrima entró
a una casa viejísima, aparentemente deshabitada, y buscaba incesantemente
familias enteras para comer, el hambre la convirtió en una bestia indomable, frenética,
poderosa. Pero cuando entró en aquella casa de la mala suerte, atravesada de
lado a lado por tumbas y cercas negras, se encontró con la soledad misma, el
silencio habitando íntegramente en aquella estancia sin velas, sin ventanas. Sin
saberlo había llegado a su destino.
Consumida
por el hambre y la desesperación, Mátrima se sintió burlada, se dio media vuelta
dispuesta a irse pero el susurro de su nombre la detuvo. Su rostro pálido
mostraba la expresión malsana de la gula, de una bestia temible y envuelta una
brutalidad asesina, potente. Una brutalidad igual de potente como la voz de
aquella mujer que la llamó. Mátrima,
baja, al cuarto de las clavellinas, baja pronto, y llevada por quién sabe
qué fuerza bajó, atravesó cientos de cuartos y pasillos enmarañados y encontró una
gran puerta de caoba, negra y tallada con cientos de diseños de claveles; en
las paredes de piedra habían antorchas a medio iluminar y le costó un rato
encontrar la forma de abrirla, lo logró pero adentro todo estaba oscuro. Pronto
no habría más oscuridad.
-
¿Es ésta la bestia que tomaste por rehén, Florian? – era la voz nuevamente,
venia de la nada, de la oscuridad del sitio.
-
Calla un momento, Eleonora, calla y observa.
Y en
medio de la negrura, al final de lo que parecía un inmenso muro, una silla de
estilo imperial se iluminó desde arriba con un tenue resplandor de velones
blancos, mal puestos en una lámpara de oro desvencijado que colgaba del techo; el
príncipe Anton Florian, vestido de gala para la ocasión, miró
serenamente a Mátrima, que no podía creer lo que veía. Anton la señaló, para que
fuera hacia él, pero otra silla a su lado se iluminó también con el mismo
resplandor y una mujer delgada y alta, blanca, vestida de negro con adornos de huesos
satinados de la misma negrura, con ojos dorados y amenazantes se opuso.
-
Que esa bárbara ni se acerque, me repugna tanta idiotez.
-
Venid, Mátrima – dijo Anton,
abriendo los brazos de forma paternal y afectuosa, se levantó y llegó
Mátrima hasta él, estaba tan cerca… de
sus ropas se desprendía el aroma del vino tino, el lugar estaba oscuro pero
ellos refulgían como seres olímpicos en medio de la nada.
-
Tú… - y la hambrienta dejó caer su cuerpo sobre Anton.
La
seda, el olor a vino y la dulce fragancia de los cirios que impregnaban el aire se
escondieron en Mátrima, y se calmó por primera vez en su corta vida inmortal.
Anton acarició suavemente sus cabellos, deleitándose con cada hebra tocada y
apartó sus risos dorados del cuello, mordió con suavidad y dulzura; luego todo
quedó a oscuras nuevamente.
Pero
todo estalló en sangre y gritos, fuego y dolor; en medio de la sala había decenas
de cadáveres y agonizantes hombres desnudos, algunos mutilados, otros decapitados a diestra; niños
y mujeres por igual compartían el mismo pozo de sangre y semen infinito que discurría
por entre las lozas de piedra, que los bañaba con su fetidez. La maldad estaba
allí mismo, reposando incesantemente sobre todos ellos, y sobre aquellos otros inmorales que comían, veían y reían
mientras saciaban su eterna sed, ¿eso es
lo que quieres Mátrima? Escuchó, ¿quieres convertirte en una zorra neurótica y estúpida?
Tú eres mí elegida, y una mano huesuda y blanca la tomó por la cara, apretándola
con fuerza; tú no eres salvaje, no eres como ellos, tú, Mátrima Wildwar, vas a llevar
el infierno en tu alma como lo llevamos nosotros pero con dignidad, te vas a
revolcar en el mismo pozo de porquerías igual que ellos si no tomas el control
de ti…
¿Dónde
estás Mátrima? ¿Dónde?
Y
mientras se difuminaba la voz en su pensamiento, una gran luz iluminó la
claraboya de la sala, una bola de fuego hizo polvo los cristales y por poco
aplasta a Mátrima. Todo estaba en tensa calma, a medio iluminar y las tumbas
estabas intactas bajo sus pies. Al fin había luz y sabía dónde
estaba. Y todo estaba bien… todo estaría bien de ahora en adelante. Pero no había
tiempo de pensar tonterías, Francia estaba atacando con todo su ejército y habían
llegado hasta el bosque, encontraron la casa rodeada de tumbas y avanzaron
destrozando todo a su paso. Pobres imbéciles, pensó Mátrima, como si eso es
suficiente para ganar. Subió hasta la
parte trasera de la colina con rapidez y huyó hacia el bosque, estaba todo
lleno de humo, de olor a pólvora y una neblina tenue se acentuaba con el paso
de los minutos. Atrás quedaba su herencia, un ejército de inmortales
sepultados, por ahora, bajo escombros que el tiempo protegerá celosamente. Pero
falta tanto para ese día...
Mátrima
entendió entonces el valor de su naturaleza, la sabiduría milenaria que le corre por la sangre. Entendió entonces el
poder de Anton, capaz de llegar hasta ella en cualquier momento. A pesar de que
ella misma lo vio morir años atrás pudo tenerlo cerca, pudo reconocer su olor,
su pasivo carácter de agua mansa que arrastra con todo cuando se enfurece, por
eso le teme a Anton, el más viejo de todos después de su padre, que había probado
el elixir de la inmortalidad de la mano del mismísimo Caín.
La lluvia danzaba alegremente sobre el tejado, no es
nada, tranquila, pensó Mátrima.
22/8/12
Carta a Alex.
Verás, Alex, te escribí esto con cariño,
pensando en que deseo transmitirte un poco de tantas cosas que me haces sentir,
pero sé que esto no lo tomarás en cuenta, o no te importa qué sé yo; lo cierto
es que esta carta la escribo de corazón, letra a letra, y te escribo así, con
un poco de tristeza, porque no tengo
otra forma de hacerlo, solo me dejaste esa sensación de haberme estrellado tan
solo por querer decirte cuán importante eres para mí. Te quiero felicitar así,
por una carta, porque no puedo hacerlo como quisiera, como a veces sueño que
pasa, que es estando contigo para sentir que respiras cerca de mí, para sentir esos nervios como los
que me asaltan cuando estás ahí, conectado, y solo me queda conformarme con tu
foto puesta al lado de tu nombre en una ventana de conversación virtual. Hoy es
tu cumpleaños y tendré que decirte esto por internet, abatido y con
esa molesta sensación de que hice algo mal, como ya se me hizo costumbre. Hoy
no podré verte y darte un abrazo para poder acercarme a ti y, muy cerca de tu
oído, susurrarte ¡Feliz cumpleaños!
Este día todos te desearán lo mismo, tal vez uno que otro se salga de la
rutina y te diga algo original, pero yo no vengo a desearte nada, no hace falta que venga a desearte éxitos,
porque sé que tú mismo los buscas y los logras; tampoco te desearé bendiciones
porque tu ya estás bendito y eres la luz
de tus familiares, de tus mejores amigos y también, aunque suene exagerado y no
lo creas, eres una luz que me ilumina cuando te pienso, cuando me siento y
deseo con ganas poder cambiar tantas cosas del pasado para poder sentir que aún
tengo la oportunidad de algún día poder extenderte mi mano y ofrecerte un lugar
junto a mí, para siempre. O por lo menos intentar ese “para siempre”.
Pero esos temas ya están hablados y aclarados, no vengo a profundizar mi
tristeza, hoy solo vine a regalarte este pequeño mensaje para felicitarte,
también para decirle a Dios que le agradezco mucho que te haya enviado a este
mundo para que te haya conocido, porque eres una de las cosas más maravillosas
que tengo en mi vida. Y que me hacen sentir. Discúlpame si a veces explota mi
mal carácter, o no soy lo que deseas, pero siempre pongo lo mejor de mí para recordarte, o al menos brindarte una sonrisa. Una sonrisa
que me esmero tanto en devolverte porque tú me dibujas una cada vez que te conectas y tengo la
oportunidad de decirte “te quiero”,
porque no sé si mañana pueda hacerlo. A veces la vida nos lleva por el medio y
nos quedamos sin decir muchas cosas.
Por eso vengo a decirte FELIZ CUMPLEAÑOS, a celebrar por ti, por otro
año más y para poder dar gracias al cielo de que tengo 365 días más para no perder la fe de estar contigo algún
día, para no dejar de luchar por salir
de esta pantalla que no me da la felicidad completa y poder tener frente a mí, celebro
por otros doce meses más para pensarte, para imaginar lo que se sentiría
fundirme en tus ojos, en tus labios, o simplemente fundirme en un abrazo largo para
llenarme de paz entre tus brazos; por eso es que vengo a celebrar contigo, por
ti, por todo lo que me has hecho sentir, por esta tristeza que no vale la pena
pero que la siento con gusto porque sé
que la merezco, por cada palabra tuya que ha bastado para alegrarme el día.
Feliz cumpleaños Alexander y brindo por ti, porque vales mucho para mí, porque
me gustas desde el día que te conocí, por todo y por nada, porque aún tengo canciones para dedicarte y
muchas más sonrisas que devolverte. Feliz cumpleaños y ¡Salud! Gracias por
existir en mi vida.
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