15/6/11

Dejemos de pensar en Lady Gaga. (El por qué este año no voy a la marcha gay).


    Hace poco recibí una carta de alguien llamado J.C donde exponía sus motivos por el cual no iba  a participar en la marcha del orgullo gay. Esa carta está llena de una cruel realidad de la cual no podemos hacer caso omiso. Yo tampoco lo haré en estos momentos donde parece que la comunidad GLBT está siendo amenazada, no solo por una parte de la sociedad esclavizadas a sus miserias mentales de otro siglo, sino por la ceguera de nosotros mismos ante cosas que deberíamos tomar en cuenta.

    Soy gay desde que tengo uso de razón. Crecí percibiendo mi orientación como algo normal. No lo hacía por inocencia, lo hacía porque desde un principio supe que tenía que saber elegir mis amistades. No podía andar por ahí siendo amigo de cualquiera. Así como también sabia eso, comencé a ver más la realidad, a analizarla más desde el punto de vista cultural de Latino. Descubrí un día la famosa marcha del Orgullo Gay en Venezuela. Pero tristemente vivo en un país donde todo lo corrompe la mediocridad de la gente, donde culturalmente; gracias a la crianza, se nos ha enseñado a tener la mentalidad de la prehistoria. Cuando tuve un mínimo de edad aceptable, y cuando aprendí a salir solo, iba a la marcha gay. Lo hacía porque para mí representaba un día donde podíamos salir a gritarle al mundo que estábamos allí, entre los demás ciudadanos “normales”, (y pongo normales entre comillas porque  la mayoría de la gente prefiere tener un malandro en su casa que un homosexual.) no representaba nada más que eso; un día donde podíamos ser nosotros mismos. Esa era mi visión tierna y virginal de la realidad, hasta que crecí y el golpe me hizo pensar las cosas nuevamente.

    Ya tenía varios años sin ir a la marcha del orgullo gay, por cosas más personales, pero este año en especial estaba pensando en volver a ir; incluso lo tenía planeado. Pero sencillamente no puedo. No por motivos banales, sino porque soy un homosexual más de este país y me duele que la comunidad gay esté dejándose cegar por los juegos políticos de quienes tienen la visión retorcida acerca del país “libre de homofobia” que ellos quieren.  Este año no voy a la marcha gay porque simplemente no me da la gana de salir a hacer un espectáculo absurdo. No me da la gana de salir a gritarle mis plumas a la gente. Primero porque la sociedad de esta Venezuela se ha convertido en una campo hostil de convivencia. Segundo, porque ya es hora de dejar los escándalos con lentejuelas y las mariconerias de carajitos (y viejos lamentablemente)  que no tienen la capacidad de razonar que como comunidad debemos estar unidos y ser coherentes en los que decimos, exigimos y hacemos.

     Desde hace varios años la comunidad GLBT de Venezuela ha estado marchando, promulgando propuestas de leyes para que sean aceptados y movimientos para una cantidad de cosas y reconocimientos que, sencillamente, no tienen razón de ser.  Y no las tiene por dos cosas principales: primero quiero decirles que,  señores, la marcha gay en otros países se lleva a cabo para celebrar la victoria de esa lucha constitucional y moral que se ganó en equis o ye país. Aquí se usa para que toda loca vaya gritándole a la gente que quiere salir a Sabana Grande agarrado de la mano con su macho de turno sin que nadie le diga nada. Porque desgraciadamente muchos no saben llevar la intolerancia de otros.

     Tengo 23 años, y por experiencia sé que aun a estas alturas, y cuando más se habla de tolerancia, entre nosotros mismos existe la discriminación. Bastante he visto como los gays critican y denigran a los bisexuales, he visto como los transgeneros son vistos como prostitutas, como gente sin valor. Yo, muy consciente de mi postura, rechazo que en Venezuela exista el matrimonio gay. Al menos por ahora. No podemos exigir tolerancia si aun entre nosotros mismos nos atacamos como hienas al más mínimo rastro de competencia. Porque desgraciadamente el gay venezolano se mide por su fama, por su popularidad. Por ser el más bonito y el más loca de todos. (Hombres y mujeres por igual)

     La segunda razón, y a mi parecer la más importante, es porque no podemos salir a marchar, a pedir que se nos permita salir con nuestros novios y novias por la calle, cuando no pedimos como prioridad una ley que nos proteja, que castigue a los que  han matado transexuales, que castigue a los policías que abusan de quienes solo van un día a divertirse a una discoteca. No niego que siempre habrá quien dedique su vida a cosas que van en contra de nuestros ideales, pero también es cierto que no todos debemos pagar por ser todos del mismo grupo. No voy a ir este año a marchar porque sencillamente quiero que algún día, espero no muy lejano, alguien se atreva a levantar la voz, no para gritar obscenidades o mariconerias en plena calle, sino para llevar un mensaje que de verdad tome en cuenta lo que necesitamos en un país como Venezuela, en un país que en pleno siglo XXI sigue presentando crímenes homofóbicos.
     Tampoco podemos ignorar que aun vivimos en un país machista, en un país que te acepta por un cargo, por un papel, por una palanca y no por tu condición humana. Cuando nace un gay en Venezuela nace para sobrevivir;  para luchar y ganarse el honor de que la sociedad al ver un gay diga: “ahí va fulanito de tal, es tremendo doctor” o “ella es fulanita de tal, es arquitecta” y no “ahí va el doctor ese, que es marico”. Tristemente nuestra sociedad tiene como concepto que ser gay es ser una loca escandalosa que fuma quien sabe qué droga a las afueras de una discoteca en sabana grande.  Que si los hay, pero no somos todos.
    La comunidad gay de ahora debería marchar, entre otras cosas, por exigir que el cambio de sexo esté estipulado en la constitución nacional. Les aseguro que muy pocos saben que eso en la constitución de Venezuela no existe de una forma amparada legalmente por decretos oficiales. Los transgeneros de mi país tienen que luchar el doble que los demás de otras culturas. Sus mayores trofeos aquí serian una cedula con su identidad nueva y su victoria sobre sí mismos. El proceso para ser transgenero completamente dura aproximadamente cinco años. Ya que se comienza con una reformación psicológica, social, hormonal y legal.

    No puede ser posible que en pleno 2011, donde se supone somos una sociedad “civilizada y de mente abierta” sigan ocurriendo crímenes como los que han sucedido, con mayor frecuencia, en los últimos cinco años. No tengo como salir a marchar para exigir que me escuchen, cuando muchos de nosotros se han muertos en manos de aquellos que simplemente no les da la gana de entender que en la vida no todo es blanco y negro. Simplemente no puedo ir a una marcha que tiene como destino salir a gritar las mismas mariqueras que hemos venido gritando desde hace años.

     Ya es hora de abrir la boca para luchar y no para dejar al descubierto que seguimos con el mismo escándalo. Marchemos para decir cosas inteligentes, marchemos para que quienes sean los responsables de oírnos lo hagan con seriedad y nos garanticen un país que, al menos, nos proteja de trogloditas mediocres que creen que matando transexuales eliminaran la homosexualidad del mundo.  Ya basta de la caravana de disfraces, del derroche de plumas y lentejuelas. Pongámonos el traje de personas y hablemos por nosotros y por los que se fueron injustamente del mundo.  Es hora que dejemos de leer revistas de  farándula para leer noticias, avances en la sociedad mundial, leyes, vacios que constitucionalmente la comunidad GLBT no tiene en Venezuela. Y por favor, no se fijen en el matrimonio. Que los gays somos tan promiscuos que legalizar la unión seria legalizar la prostitución que bastante ha acabado con nosotros y les da motivos a la sociedad para despreciarnos cada día más.

     Por eso este año no iré a la marcha. Yo me quedare aquí, viendo como seguimos dando pasos al abismo.  Cuando nosotros, TODOS, seamos capaces de ver la realidad, la cruel realidad, en la que vivimos, ese día saldré a marchar por mis derechos, saldré a marchar para no tener miedo, para poder ir de la mano con mi novio o novia sin temor a represalias de policías y malanadros o animales con cédula. Ese día saldré a marchar para gritarle al mundo que ganamos, que logramos madurar y que no somos el grupito de amigas locas y machorras que se la pasan jodiendo, sino que somos los gays y lesbianas de un país donde se nos reconoce como parte de esta sociedad, y que como tal merecemos respeto. Nosotros también tenemos cosas que decir. Pero mientras estemos pendientes de las fotos, de la fama y de quien es el más bonito, lo único que lograremos es que cada vez la sociedad tenga más razón en despreciarnos. Y no sé ustedes, pero lo que soy yo, no pretendo darles motivos a los mamíferos machistas de esta sociedad para que hablen mal de mí. No dejemos que nuestras acciones grupales nos afecten de manera individual. Yo marcharé en Venezuela el día que tenga que sentirme orgulloso de mis derechos constitucionales, no para escuchar la gritadera de toda loca que anda perdida por la vida. Como si el mundo girara en torno él/ella. Es hora de no leer tanto la revista donde sale Lady Gaga para comenzar a leer  y pensar lo que podemos hacer para construir un país donde no tengamos que escondernos. 

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