17/11/10

Pequeño enfermo

Una vez, hace tiempo ya te quité la mascara. Y lo había olvidado. Hasta ayer, cuando después de tanto, asumí al fin que esa mascara que te quité, era de verdad. Siempre, a pesar de todo, dejaba para los demás un pequeño margen de duda, siempre pensaba en si era lo correcto pensar o no algo de aquello que me importaba. Pero contigo definitivamente no debí hacerlo.
A pesar de eso, quiero que tengas claro unas cuantas cosas. Uno: yo tengo bien claro de quien me enamoré, y eso ya me hace indestructible. Al menos no podrán herirme terceros cuando vengan a escupirme algo asquerosamente cierto de ti. Es más, creo que hasta la malcriada forma que tienes de ser ya no me sorprende tanto. ¿Sabes por qué? Porque el parecido a mi es grande. Dos: ten en cuenta lo que una vez te dije, cuando uno asume las cosas, no hacen daño. Y no me extraña para nada todo esto que está pasando. Tres: ten en cuenta que yo no voy a morirme por no tenerte, a no sufro desde que asumí que solo eres una cara bonita. Cuatro: no pretendo hacerte daño, aunque te lo merezcas. Ni mucho menos destruir tus “relaciones”, entiende algo, no vales ni si quiera la mitad de lo poca cosa que eres como para darme mala vida por ti. Menos porque sé que tu sólo destruyes tu felicidad. Claro, también sé, que tu felicidad es la de a ratos. Porque eres vacío,  porque no eres capaz de asumir con valentía que se puede ser mejor persona. Ya sé que eres de esos que piensan que hiriendo a todos se llega lejos, y ¿Sabes algo? Eso solo da risa. Por ende, das risa.
Puedes tenerme toda la lástima del mundo, tu no eres nadie para sentir eso por nadie. Si te da la gana puedes tenerme asco, cuando te acostaste conmigo, tu cara de placer me dijo lo contrario. Puedes pretender hacerme daño, tu o tus intentos de novios, restregándome en cara que me enamoré de ti y tu no, eso no me afecta. Y ¿sabes por qué? porque yo, a diferencia de ti, no me gusta jugar conmigo mismo. Yo asumí desde que vi el lado mas sincero de tu alma, que no me importa en lo absoluto tu existencia. Solo eres un deseo carnal. Yo sé, pequeño enfermo, que tu eres solo un hermoso vestido de piel, que por dentro tiene las costuras podridas y el alma muerta.
PD: y como tradicionalmente lo hemos visto de esa manera, y a los roedores les gusta el queso, en mi cama siempre habrá un pedazo para ti. Solo eso habrá para ti. QUESO.

Conclusiones

    Estoy escondido detrás de un cigarro, escuchando música repetitiva a todo volumen y no dejo de pensar en tres cosas:

1.- no sé quién soy. No sé quien coño soy. Hace poco estuve acompañado de alguien que me hizo pensar ciertas cosas de mí. Alguien que quiero para mí vida. Ya para todos es bien sabido que. A) No tengo autoestima, B) soy inmaduro y C) tengo otra lista larga de defectos y argumentos para que me destruyan, pero no los diré. Esa persona, me hizo ver que perdí una parte de mi que siempre me hacia salir ileso de la vida. Me volví un niño escondido detrás de una coraza. Creo que eso ya lo sabía, solo que no pensé que fuera algo tan significativo. Esas cosas que me hacen pensar tanto ya las sabia, sin embargo, siempre me he aceptado así como soy y muchas veces (creo que demasiadas) me pregunté qué tanto significa la frase “aceptarse a uno mismo” y si eso incluye el valor agregado de saber que eres tal o cual cosa y no hacer nada para cambiarlo porque te aceptas así mismo. Si no entiendes no importa, ni yo mismo me entiendo ahorita. Solo sé que ahora más que nunca estoy pensando mucho en ello.

2.- estoy atravesando una pequeña crisis existencial. No estoy conforme con mi aspecto físico pero a la vez sí. Se me está haciendo difícil encontrar empleo para poder dar un paso que tengo que dar. Me siento en el lugar que no es, y esto aplica a casi todo. Y me siento como en ningún lado pero al a vez siento que estoy donde no debo. No sé si eso explica mi yo de ahora o no, pero lo cierto es que esto me está nublando la mente poco a poco. Más aun sabiendo que pase lo que pase, haga lo que haga, a veces ciertas cosas no cambian. A lo mejor hago mal en levantarme y pensar que las cosas pueden ser diferentes. Ya hasta esas cosas tan pequeñas pienso que las hago mal (ya ves porque mi falta de autoestima) y todo esto también influye en que no tengo ganas ni de vestirme, ni de arreglarme aunque sea. Por muy narciso que puedo llegar a ser, solo lo hago cuando necesito ver que no soy tan malo ni tan insuficiente como me lo han hecho saber. Aunque a veces no funcione.

3.- Deje de dibujar porque me sentí nadie de repente. Sí, soy un idiota por hacerle caso a gente estúpida que no valora lo que hago cuando otros si lo hacen de manera sincera, pero aun así sigo actuando de esa misma forma, una y otra vez. Y no solo dejé de dibujar, deje de ser y hacer muchas otras cosas. Y cuando renunciaba a algo siempre intentaba sacar algo bueno a eso. Ese proceso se hace largo con cada día, y hasta un poco difícil, pero aun así siempre sigo ahí, como un niño perdido buscando a su mama, y caminando hacia delante, con lagrimas nublándome la vista, renunciando a mis virtudes y a mí mismo y tropezándome con piedras que cada vez se hacen más grandes (por no decir más despreciables) y mandando a todo el mundo a la mierda. No sé hasta qué punto me he convertido en un ser sin alma que por muy importante que sea él o ella, solo pasa un día antes de volver a levantarme y sin ningún rastro de ello encima. Antes me daba el lujo de sentir y vivir mis duelos (amoroso, amistosos y familiares) pero ya no. Ya solo recojo lo poco o mucho de bueno que puedo tomar de eso y listo. Cabo la tumba, hecho lo que tengo que echar, y listo. A seguir caminando con la vista empapada.

A todas estas, desde hace tiempo no sentía tantas ganas de besar, de salir, de reír, de compartir. Todo esto por una persona. La misma que me hizo pensar tantas cosas (sin quererlo)

    Tengo ganas de volver a sentir un beso largo, de volver a sentir que todo va bien, que todo estará bien mientras yo esté bien (Aunque eso me parezca algo muy estúpido mientras siga así) y que alguna vez podre decir: “yo me estoy comiendo la vida contigo (sea quien sea) y es algo maravilloso” pero solo pienso en que ahora estoy de este lado de la pantalla, pensando en que somos conocidos, conocidos que ya han compartido algunas palabras. Estoy de este lado de la vida en el papel del amigo, del amigo que sabes que te quiere, y que a lo mejor tu también, pero no de la misma manera que yo. Estoy aquí en las nubes porque me encanta tu compañía, me gusta sentir que puedo oírte durante horas sin llegar a cansarme. Se me ilumina el corazón con un gesto, la más pequeña de las señales de cariño, que a lo mejor para ti son insignificantes, pero para mí son deseos de que sean algo más fuerte. Parezco el amigo ideal y soñado que todo el mundo espera y eso me disgusta, porque no es lo que quiero ser para ti. Así, aunque este en esta crisis, sigo tejiendo esa telaraña de mentiras con la que me abrigo en las noches cuando no puedo dormir. Lastimosamente, en la soledad (esa a la que tanto le temo) no existen mentiras que puedan valer. Yo sé la verdad, sé lo que quiero y como lo quiero. En este momento de mi vida soy yo contra mí y no existe posibilidad de victoria.

No voy a pasar la página aun, aunque suene medio masoquista, pero no lo hare. Tampoco quiero girar alrededor de su eje las 24 horas del día, pero si quiero intentar saber cómo puede sentirse eso. Todas estas cosas que he pensado, por él y para llegar a él, cada vez me arrastran más hacia su recuerdo, hacia su vida. Haga lo que haga, irremediablemente quiero estar con él. Quiero saber si aquí no se pone tan oscuro después de todo.

Los gritos son silenciados, y nosotros caemos

     La vida pasa sin mucho apuro por esta ciudad. Yo camino invisible ante el mundo, como todos caminamos invisibles antes nosotros mismos. Que manía la de esta puta vida de quitarnos la paz y la tranquilidad, que tanto nos cuesta conseguir, en solo un segundo. Y pensar que me gusta mirar la noche, escuchar como la brisa de la oscuridad, alumbrada por luces artificiales que escupen los bombillos de mil watios, se confabula con mi alma para traerme los recuerdos del pasado. En noches como esta me convenzo de que la noche es de colores. Los colores de neón de un bar donde se juntan el misterio y la miseria; los colores de Adán bajo la luz naranja, los colores de Erika, que no puede ver lo blanco del cielo. La noche, con cada día que muere, se levanta divina y llena de colores virtuales, de historias que nos ahorcan el alma cuando, de repente y en el más profundo silencio, todos los colores se saturan; como si la vida nos escupiera la cara.

MISTERIO

   El taxi se detiene a mitad de la avenida pasada la media noche.  Ella se acerca con cautela, como los tigres cuando atacan llenos de hambre. El conductor es un hombre de treinta y pico, alto, catire con los ojos verdes. Ella cree ver un ángel seductor; y él, de la borrachera, no se fija bien quien es la dueña de esas plataformas rojas con escarcha. Ella se acerca, se asoma al filo de la ventana del copiloto, y con voz sensual se presenta: “¿Qué puede hacer Misterio por ti esta noche?” se intercambian palabras y miradas de deseo. Cuando se fija el precio,  ella se monta y las luces rojas traseras del auto dejan su velo encendido a mitad de la noche. 
     Una hora después, Misterio llega a la avenida, con la boca rota, la nariz llena de sangre, la ropa sucia. Y una mano sosteniendo su estomago. En su cartera quedaban poco billetes. “maldito bastardo” se dijo para  ella, con voz baja y molesta. “¿Hermana que te paso?”, le gritaba la Britany de lejos mientras apuraba el paso. “¿Qué me va a pasar? Un hijo de puta de esos abusadores que creen que por que uno cobra, nos convertimos en propiedad privada”. “¿te sientes bien?” le pregunto la Britany. “No,  esta vez fue serio. Acompáñame al hospital. Ese bastardo me quito el poco dinero que tenia.”
     A las tres y quince de la madrugada, llegaron dos prostitutas a la emergencia del hospital Pérez de León. Una tenía el cabello negro, desordenado y sujetado con una pinza de mariposa. Uno le puede llegar a calcular veinte y siete años, quien sabe. Con su voz de contra alto pidió ayuda para su amiga. La otra era bajita, con el cabello de un tono rubio cenizo, flaca y con ojos tristes. Tenía la nariz rota, la boca hinchada y una herida de arma blanca en un costado. Una enfermera se acerco, le pregunto el nombre y la edad, pero ya el dolor era molesto. Casi no se escuchaba su voz de muñeca cuando solo llegó a decir: “Daniela, 18”. Las dos pasaron a la sala de espera, se sentaron al lado de un chamo con suéter verde lleno de sangre. Fue ahí cuando  Misterio empezó a llorar pensando que la vida no le parecía justa.


ADAN Y ADAN

   Hace más de una hora que la fiesta había terminado.  El alcohol había dejado sus huellas de látex y lubricantes regados por toda la casa de Estefanía.  
Mientras ella, dos pisos más arriba, ordenaba a los pocos invitados que quedaron, Jonathan y  Nairb se perdían escaleras abajo. Lejos de los ojos machistas de los invitados.  La noche les regalo un suave tono azul índigo gracias a las cortinas traídas de Egipto y el poste de luz blanca que daba hacia la casa. Jonathan se alejaba de su hermana Estefanía y se dejaba llevar por el elixir en sus venas mientras llevaba a Nairb a la sala de visitas.
      El azul índigo se fundió en un suave beso de dos adolescentes escondiéndose del mundo, un mundo cruel relleno de miedos y prejuicios que, parece tener como oficio, vomitar amarguras a quienes lo enfrentan. El silencio paseaba su cuerpo por aquella sala donde los besos dieron paso a las caricias, donde sus ropas se dejaron raptar por manos ajenas. El suéter verde de Jonathan  cayó sobre los pantalones de Nairb en aquella alfombra Hindú con bordados de oro. Aquellos dos cuerpos blancos bañados en azul, se dejaron caer en las bocas del otro. Bocas que se separaron cuando Augusto, el papa de Estefanía y Jonathan,  entro a la sala movido por un  insomnio repentino. La mirada atónita de Augusto dio paso a los gritos, a las lágrimas de impotencia y la ira. A solos pocos pasos estaba el despacho, donde entró el padre indignado. Sacó su pistola del escritorio de caoba negra traído de Inglaterra, la cargó y apresuró el paso. Cuando volvió a la sala, el azul índigo dejaba ver dos cuerpos a medio vestir corriendo por el pasillo que conduce a la cocina. Jonathan dejó atrás a Nairb por un momento, cuando se volteo para agarrarlo, la mano de un hombre fuerte y rustico lo jalo hacia atrás.
     Eran las doce de la madrugada, Jonathan estaba sentado en una silla de plástico azul, como aquel índigo que le lo cubría hace apenas hora y media atrás. Su suéter verde jardín, como el edén pero con dos Adánes, estaba lleno de sangre y sus mejillas rosadas se acariciaban intensamente con la sal de sus lágrimas. El médico de turno salió de quirófano, con las manos en los bolsillos de su bata blanca y con voz de lastima se acerco a él. “hay que esperar, la bala lo dejó en coma”. Jonathan a penas alzó la vista solo para ver la migaja de condolencia en el gesto del médico. Él, en el fondo, quiso mirar  al cielo; como regalándole sus lagrimas a dios  para desear que todo fuera un mal sueño. Pero  aquella noche fue tan real y tan gris como los ojos de la chica pálida que estaba sentada al frente de él.


LUZ NARANJA
I
     Solo un foco de luz naranja le alumbra el cabello rojizo a Elisa. El frasco de jarabe para la tos roto se derramaba torpemente a sus pies mientras sus pupilas grises de diluyen en una orgia de estimulantes. Son las doce de la noche y Elisa tiene el corazón partido como el frasco de jarabe, con la diferencia que de su  ser solo se logran escapar pocas lagrimas y un millar de mariposas imaginarias que hasta hace poco sentía en el estomago. Era la hora en que los gatos se encuentran con la basura junto con los indigentes. Era la hora en que a pocos pasos de ella, iban y venían todas esas miradas ajenas que la desvestían con un gesto de desprecio y asco. Si tan solo el mundo se callara un segundo podría oír como caen pequeñas dagas de dolor que rompen el silencio de aquellos ojos grises. Si tan solo la vida le hubiese advertido que aquí todos aprendemos lo que nos toca; que nadie tiene preferencias, no estaría la noche arropándola tan cruelmente. Pero ella solo aprendió a amarla, a vivir para ella; a tallar su nombre en cada beso. Ahora le arropa el mismo foco de luz naranja que creyó ver desaparecer hace pocas horas cuando ella, sin avisarle, se desvaneció de sus manos. Nadie va a culpar a Elisa, nadie le dará el manual para mantener intacto el corazón. No esta noche. En esta vida nadie le dirá que hacer, porque cuando amamos nos convertimos en el destino que queremos seguir. Nos envolvemos en lo invisible del aire que nos arrastra a nuestros caprichos. Ya no Elisa, ya no habrá nadie reclamándote porque tus recuerdos están en Júpiter, bailando con colores y elefantes fosforescentes. Deja que el frasco termine de envenenarte para que llores como un bebe a quien golpean con un martillo; y así, toda tu tristeza saldrá de ti, despavorida y decidida a no regresar. Deja que la luz naranja se transforme en tu arco iris y te duerma lentamente; que cada color te rompa la piel y libere tu espíritu.

II

     Vanesa  encontró a Elisa pocos minutos después que se arrepintió de haberla dejado. Pero   cuando llegó de nuevo al edificio, solo vio un par de pupilas grises y tristes diluirse lentamente bajo un foco de luz naranja y  en un pozo de jarabe para la tos y lágrimas. Vanesa siempre pensó que la adicción de Elisa a los fármacos la llevaría a la muerte.
Sus pupilas grises se perdían en lo blanco de las cerámicas de aquella acontecida sala. Elisa esperaba por un médico  y parecía levitar con los demonios de su mente. Sus ojos grandes y sus pupilas dilatadas, dejaban escapar el suave sonido de la sinfonía mental que Vanesa le  susurraba con sus dulces labios. Mientras, un joven de suéter verde lloraba mientras las veía.


ERIKA

     Desde hace dos años que Erika suele caminar a oscuras por el boulevard de Sabana Grande. Sus pasos van entre basura, restos de comidas y una que otra imitación de persona que se le cruza en el camino con la mirada marginal. Erika desfila llena de veneno y pasión cuando todas las divas de la ciudad salen a invadir la noche y a llenarla de plumas y condones. Su porte de diosa, su altura, su piel morena, sus dientes carroñeros  y su delicado andar no pueden ocultar el hombre que una vez fue. Todas las noches  Erika camina entre miradas machistas, entre puñales  y peleas de travestis, entre burlas groseras que esconden un apetito por ella y policías  sádicos desvelados que buscan cualquier oficio en los alrededores de los bares y antros de Sabana Grande. Eran ya las nueve y Erika buscaba su víctima, a su esclavo sediento de semen y placer. Erika se asustó cuando Rodríguez, el policía habitual de la misma esquina, de repente la sujetó por un brazo. “¿Qué te pasa estúpido, eres enfermo o tu mama te pega?”  Le dijo Erika. “cálmate, que tú me debes un favor y ayer te advertí que hablaría contigo, ¿recuerdas?”  Erika tuvo que callarse porque el cañón de la pistola apuntaba a su estomago.
La moto arrancó con Erika y Rodríguez; se sentía en la brisa la respiración nerviosa, las ganas de huir, pero una deuda es una deuda. La esquina esa noche se quedo sin Erika, sin sus pasos de lentejuelas y sus caderas rusticas. El olor a perico era ya notorio y Erika sentía como subía y bajaba de su estomago ese vacío lleno de nervios. La moto no dejo de andar sino al llegar mirador de la cota mil. Rodríguez y Erika forcejearon, se escucharon golpes seguidos de gritos de dolor y un indigente cercano escuchó cómo le recriminaban a Erika cuando la salvaron de una pelea de travestis.

     Ese día, él llegó justo cuando estaban a punto de apuñalear a Erika; la levantó y fue cuando  vio sus brazos de hombre y su voz forzada. Sin importarle nada la llevo a un bar y ahí empezó el delirio por ella. Erika pensó que había encontrado un amigo, un héroe. Lástima  que esa noche Rodríguez no quería ser héroe, quería ser dominado por una fiera que lo hiciera sentir inferior. Quería esconder su trauma de cuando su padrastro lo violó a los diez y siete años. Esa noche Rodríguez quería sentirse tímido y acobijado por una sola vez en su fracasada y reprimida existencia. Erika siempre lo vio como a un amigo, jamás pensó en pagarle de esa manera. Al final esto era lo que tenía que pasar, porque desgraciadamente en ese mundo no existen los amigos, existen son los aliados. Pasaban las noches en Sabana Grande y Rodríguez seguía ahí, buscándola, conquistándola. Todo estuvo bien hasta ayer, que la vio coqueteando con otro hombre en una  esquina. Pero el tuvo que irse por órdenes superiores. No sin antes advertirle a Erika que tenía que hablar con ella. Que le debía un favor.
     Volvemos a nuestra noche, la noche de Erika caminando como siempre, a oscuras, rodeada de gente distinta, de gente que se esconde. Ya eran la una de la madrugada cuando a las puertas de emergencias del hospital  llegó un policía en su moto, apurado y con un travesti golpeado y con la ropa rota. Lo empujó  en medio de la calle y el cayó casi inconsciente.  Como pudo se levantó, caminó unos pasos y un enfermero la ayudo a pasar. “verga chama, como te dejaron. Tienes la cara destrozada”  le dijo el muchacho mientras la sentaba al lado de una adolescente y su novia de ojos grises que imaginaba al cielo mientras veía en las cerámicas blancas de la sala lo blanco del cielo.


EL SILENCIO DE TU SOLEDAD

     En esta parte de la ciudad es difícil tener paz. Y más aun viviendo en frente de un hospital. Ya con eso el solo hecho de dormir se puede volver ajeno. A veces me cuesta retomar el sueño después de oír los disparos entre bandas, después de que la sirena de la ambulancia me desvela con su sonido antipático e insoportable. Ya ni las melodías del New Age logran hacerme conciliar el sueño. Por eso opto, como esta noche,  por sacar mi alma a este pequeño balcón al aire libre, al aire lleno de angustias, de madres que entran por  emergencia llorando a sus hijos muertos en balaceras callejeras. En noches como estas veo como las luces de la ciudad siguen prendidas, como si nos cuidaran. Y pensar que a seis pisos abajo, el suelo sigue temblando de miedo. Abajo, en las calles, siguen las almas insomnes buscando la paz, siguen corriendo los policías detrás de los ladrones, sigue llegando el taxista con una mujer a punto de dar a luz. De alguna u otra forma, me toca ver como ciertas vidas pasan por ciertos momentos.  Aquí al menos me escondo detrás de los reflejos anaranjados que chocan con mi ventana. Al menos aquí puedo pensar mientras el humo del cigarro nace en mi boca y muere a merced del viento. Aun tengo la sensación de que, cuando voy a acostarme, estas tu ahí, esperándome entre las sabanas para dejarme fundirme en la piel de tus piernas para después llenarme el cuerpo de besos, y el estomago de mariposas.  Desde hace meses se me hizo rutina volver a la cama silencioso, sintiéndome chiquito ante ti, ante el mundo.  Desde hace meses, como hoy, ya no puedo olerte, ya no puedo oírte respirar mientras duermes, ya no veo como la luz de las siete de la mañana ilumina mi mano dormida en tu cintura. Ya no sé si lloras mientras le arrancas notas de rabia a tu guitarra. Y como ya no me ves, ya no  sabes si rio, si lloro, o si me siento en el balcón a fumar mientras en mi mente apareces tu. Sin ti aquí, los gritos son silenciados por la soledad. Y allá afuera, el mundo sigue cayéndose.

25/6/10

Muerto

Lo mas extraño que me ha pasado, llamadas perdidas por el celular dañado. Cuando pienso en esto me siento solo, en mi cama, duermo y sueño. Siempre que pienso en eso intento no recordarlo, me agoniza la idea de saber que estas muerto, quisiera verte de nuevo, pero la verdad es que la decisión es tuya. ¿Ahora que harás? Solo escúchame lo que te digo, la vida de todos esta en peligro, ¿ahora que harán? A veces pienso en porque soy y o existo, no tengo respuestas, solo seguiré mi rumbo, y cuando encuentre lo que soy, quizás ya estaré muerto. Hemos venido a aprender, un libro en blanco no dice nada. Y sabrás que todo tiene un final feliz. Porque aunque no se quiera después de la tormenta siempre llega la calma



 

Como un fantasma

   ¿Sabes algo? siento que puedes hacer conmigo lo que quieras, que si quieres destruirme lo puedes lograr, que si quieres hacerme feliz lo logras, así sea con tu sola aparición virtual. y no me agrada.

    No me agrada porque siempre he querido que esto que me pasa a mi te pase a ti, y a ti no te pasa esto. Creo que no es justo... ¿o sí? no importa, solo importa el hecho de que mueves todo lo que llevo por dentro, incluyendo mis malcriadeces y mis niñerías, supongo que soy peor que un adolescente. Ayer estaba pensando en ti, y por alguna razón caí en cuenta y me fije que siempre pienso en ti. Hasta el punto de imaginarme que dirías si estuvieras paseando conmigo, o como te sentirías; me da hasta miedo saberlo porque a veces siento que puedo llegar a aburrirte. Si no eres capaz de devolverme un simple te quiero, ¿quién me garantiza que la pasaras bien conmigo? nadie, pero imagino que todo eso se lo dejare a esta hoja.


    Estoy escribiendo para sacar todo lo que tengo entre la garganta, para que no se confunda con las ganas de salir corriendo, o las de sacarme el corazón y botarlo. Creo que si me quedo sin corazón sería peor... porque no tendría con que actuar, no tendría ninguna motivación para bajar la cabeza y pedirte disculpas, no tendría eso que nos hace actuar e ir en contra de nosotros mismos y asumir que nos equivocamos, y nos hace olvidar el orgullo, para bien o para mal. Eso lo perdería. Y si pierdo eso no me importara que te fueras de mi vida, o que no me hables, o simplemente, no me importaría tu existencia. Aunque eso sería justo, por que a ti no te importa un te quiero, por lo menos de mi parte, esta demás; así que ni tan injusto seria. 

    ¿Pero como haría yo? ¿Me quedo así para todo el mundo? Mmm.. Creo que mejor me dejo el corazón quieto donde esta; porque así seguiría vivo, aunque sienta nervios cuando te conectes, o sienta que soy un fantasma dentro de este mundo. Porque me haces sentir como un fantasma, siento que estoy suspendido en el aire. Y más aun, a mi pesar, siento que en cualquier momento dejaras de hacerme sentir así y simplemente, como suele pasar con los fantasmas, dejaras de verme. No soy bueno para esto de decir las cosas de corazón, estoy acostumbrado a defenderme del mundo, a esconderme para que no me hagan daño. Pero eso no importa (supongo).


    Disculpa todas esas idioteces que estoy escribiendo, pero de algún manera quería dejar salir ese sentimiento que llevo encima. Sentimiento que a todas estas, no sé que hace vivo, parece que da patadas para no morir y se resigna a que tiene q hacerlo.
Me voy a dormir, creo que no tengo más nada que hacer aquí. Ni que decirte... es como la milésima vez que lo digo y nunca pasa nada, nunca dejo de ser eso que siento que soy para ti. Un simple fantasma. 


En mis horas más oscuras.

Recuerdos aquellas horas negras, oscuras y enfermas. Encerrado aquí, entre bacterias y restos de asquerosidades humanas. Desde que soy preso político no hago sino luchar contra mis miedos, contra mí mismo. Pero también lucho contra él.
A ver, hagamos un recuento de todo lo que haces aquí, en la misma prisión pero fuera de las celdas. Matas, humillas, consumes, te masturbas cuando todos dormimos, pero sabemos que haces y con quien lo haces. Tengo tres días sin comer y ya no concuerdo lo que escribo, pero sé bien que digo. Sin necesidad de consumir la porquería de drogas que usas, puedo imaginar una y mil veces como te sentirás cuando siga humillándote. ¿De verdad crees que eres tu el que me humilla? Tu vienes y echas sobre mi baldes y baldes de excremento,  escupes mi comida y orinas la poca gua que puedo beber. Pero eso no me detiene, eso no destruye mi paz, mi esencia, mi temple y mi fuerza para seguir adelante, y más aún: para seguir con mis ideales en pie. Tus malditas ofensas solo me alimentan el ego, soy tan importante para ti que necesitas sentirte superior humillándome, pero no lo logras. Son tantas horas oscuras las que paso aquí, que a veces la luz del sol se me hace extraña, pero aunque este en la mas negra y maldita de las oscuridades, recordare tu asqueroso rostro, tu patética mirada de idiota sin madre; y la recuerdo tan bien porque aquí donde me ves, callado y sin ningún gesto de dolor, dentro de mi alma te maldigo con cada respiro, con cada lagrima, con cada segundo que me dejas aquí tirado y humillado. No puedes destruirme, no puedes hacerme uno de los tuyos. Tu intentas alimentarte de mis dolor, de mis ganas de morir; pero ni eso obtienes de mi. No te voy a dejar comer de mi espíritu, no te daré ni una sola gota de mi orgullo. Te ves tan asqueroso, como uno de esos enfermos hambrientos que te quitan la comida de las manos y se la comen con ansias, con enfermedad, con gula. Yo en cambio si me alimento de ti, de tus miedos, de tus penas, de tu asquerosa infancia cuando tu padrastro abusaba de ti. Y cada noche se dibuja una sonrisa en mi rostro cuando escucho tus gritos, tus miedos, tu niño perdido dentro de ti que grita y huye de su violador. Ese premio vale la pena, y cada noche cuando sueñas, me regalas el mismo premio que crees obtener de mi. Ya no tengo hojas,  todo está manchado de sucio, las ganas de vomitar son insoportables.  Pero te juro por mi dios, por el nombre de mis hijos, por el amor de mi madre, que cuando caigas escupiré tu fosa y la llenare de serpientes y cucarachas,  y echare sobre ti los mismo baldes de mierda, la misma agua sucia; para que ni los gusanos se denigren a comerte ni un solo pedazo de tu carne.
Mientras tanto, seguir aquí encadenado a tu capricho, viendo como cada día intentas inútilmente hacerme caer. Sigue escupiendo mi comida, sigue maldiciéndome con cada palabra, que yo lo hago con cada pensamiento. Mi mayor premio es ver cómo después de horas y horas tratando de humillarme, te largas con el corazón consumido en impotencia y en soberbia, y ese premio amigo mío, es algo que jamás podrás quitarme. Jamás. 




Jey

Hoy te recordé, y no encontré mejor manera de hablarte que esta, aunque sé que esto no lo leerás, y peor aún, que nadie sabrá que puedo decir de ti. ¿Y qué puedo decir de ti? Que eres una gran persona, o lo eras porque no sé si estás vivo aun. Recuerdo que siempre sabias diferenciar lo bueno y lo malo, entre buenos y malos también. Nunca te importó la mirada indiferente  de la gente que formaba parte de tu día a día. Ayudabas a quien veías que lo necesitaba, y tu única recompensa eran esas monedas de poco valor que le sobraban a los demás. A veces la vida te recompensaba con comida, muchas veces no lo hacía. Te recuerdo con tu siempre manía de peinarte. Pasabas todo el día, todos los días peinándote tu cabello sucio y descuidado. Recuerdo a tu hermana y a su mirada indiferente cuando te veía, a la señora del segundo piso que era una bruja que habías visto volar, que si la gente te trataba como loco, que eras feliz y sobre todo, que tenías tu propio mundo. Al que estaba sólo le hablabas de ti, de tu pasado que era un libro abierto para todos con todos sus secretos gritados a voces.  Pero eres humano después de todo y por eso llorabas y gritabas por las noches; aún cuando los vecinos te gritaban y te lanzaban cosas para callar el grito de tu soledad. Te vi llorar cuando tu mama decidió irse de este mundo, en la planta baja del edificio. Me di cuenta que eras como un niño cuando agarraste su mano tibia y llorando le pedias a gritos que no te dejara solo en ese lugar que estaba lleno de gente mala. Ella era la única que te recibía con los brazos abiertos.
Un día salí temprano del liceo  y al llegar vi como estabas en el sexto piso tratando de volar. Pensé que tenías ganas de salir volando y perderte en el infinito. Pero lo lograste Jey, lo lograste. Al día siguiente volviste con tu rutina de siempre. Le hablabas de ti al silencio, tu único amigo. Le hablabas a la soledad de tus miedos, de los malos hombres que siempre venían por ti. Comprendí de esa manera que eres un niño atrapado en un mundo ajeno, en un mundo de adultos que miran con desprecio,  un mundo que te lanzaba lejos de todo. Qué hermoso fue ver que luchabas contra eso día a día. Nunca te dejaste que la vida te arrastrara con ella. Poco a poco veías que mientras muchos te despreciaban y te miraban por encima del hombro, otros nos alegrábamos de verte indetenible y constante.
Un día pude ver de cerca tus ojos, logre ver la esquina fría y oscura donde te quedaste sentado, solo y llorando en algún momento de tu niñez.
 Nadie tiene derecho  juzgarte, ni a ti ni a nadie que sea como tú. Aunque llores, aunque grites por horas, aunque corras y trates de volar para huir, nadie tiene derecho a verte con desprecio.  La vida te regalo de una manera muy cruel tu alegría cuando, a los diez años, alguien si intención dejó caer un ladrillo sobre tu cabeza. 
Jey, eres libre en tu mundo, desde niño, y para siempre, serás un niño cada día.  Solo te importa que la gente se sienta bien, que se rían contigo, que te miren cuando los saludes. La gente no valora que no tengas prejuicios, que seas sincero, que la vida te parezca un juego absurdo.
Ojala todos tuvieran un poco de tu locura. Y si, yo sé que no estás loco, y solo eres así por la maldad inocente del destino. Pero eso no te quito la vida, te dio una nueva. Aunque con un precio muy alto y muy cruel, que ni si quiera yo en mi sano juicio quisiera pagar. Y es por eso que te admiro Jey. Y también te recuerdo donde quiera que te encuentres. Así estés sólo, riendo, llorando, gritando o tratando de volar para  huir de este mundo cruel. 

21/6/10

Ich würde mich freuen, wenn Sie wurden phosphoreszierenden.

Este bar no es mí preferido a la hora de hablar seriamente, creo que ningún bar lo es.
-Dudo mucho que un parque este abierto a esta hora- me dijo mi amigo con un ligero toque de sarcasmo, LIGERO, ¿ok?
Si, a lo mejor en un lugar más tranquilo me sienta mejor, bueno no, no me sentiré mejor. Estaré igual.
-¿y por qué viniste aquí entonces?-
Porque me invitaste a tomar
-uhmmm...-
¿Sabes? Ayer estaba pensando seriamente, y pues asumí que no quiero olvidarlo. Sabes lo terco que soy con ese tema, que no me importa que digan de mí, pero él es la persona más importante de mi cochina y nada envidiable vida.
-¿estás hablando de...?-
Si, de él. El que siempre imagino que llega y me besa sin decirme nada y... ¡No no no! que cursi. Tampoco así.
-si el llega a tu vida otra vez, ¿serias feliz?-
No, estaría en paz y agradecido de que estuviese conmigo otra vez. La felicidad es corta y solo es un momento breve de euforia. En cambio la paz es la que dura, la que todos deseamos. Al final de todo, cuando morimos, dios nos ofrece paz y no felicidad. Por algo será ¿no?
-se nota que lo extrañas, y que te movió hasta la más mínima célula.-
¿Se nota? , y espero sepas reconocer un sarcasmo.
-obvio, aprendí eso de ti.- sonó muy sincera su respuesta, cosa que me sorprendió.
Gracias, supongo. El hecho es que lo extraño. Extraño sus locuras, las tardes en sabana grande un domingo viendo la ciudad sola, los debates sobre si dios existe o no…
-sus ironías, sus sarcasmos, sus frases acidas, su capacidad para destruir tu paciencia, su infidelidad-
Gracias, me siento mejor.
-de nada, para eso estoy- me respondió con la misma ironía.
 Supongo que hablar con un sordo hubiese sido mejor idea.  Además, eso que con tanta pasión acida dices, era una de las cosas que más me gustan de él. El te dice la verdad para salvarte, no para destruirte. Y eso se valora más que la hipocresía.  Esas verdades dolían, pero te daban la respuesta. No sé si me entiendes
-claro, tu eres así, no veo por qué tanta literatura dramática si eres igual que el.-
Porque necesitaba desahogarme. No sé si te dije que odio las luces fosforescentes.
-no recuerdo, ¿por qué?-
Porque estas luces son fosforescentes, y me aturden.
-tú decidiste venir, recuérdalo.-
Si los sé, no estoy loco.
-interpreta mi silencio…-
¿Será que estoy sufriendo de alguna enfermedad psicológica? Como por ejemplo, ulceras mentales causadas por politraumatismos emocionales crónicos a causa del amor?
-¡wow¡ interesante diagnostico.-
Si, algo. Tú eres más sensato que yo, por eso quise hablar contigo hoy un rato, siento que todo el mundo se va por un maldito hoyo microscópico de mierda cada vez que lo veo, aparece o me lo nombran. Ya no sé como demostrarle que no fui yo quien se alejo, que fueron las circunstancias que no supe manejar.
-sí, pero recuerda que el te traiciono sin pensar un momento que pasaba en tu vida-
Eres tan odioso como esta fosforescencia, gracias, que tierno eres. Solo quiero que el entienda, y que me entiendas, porque él me hizo sentir culpable.
-si no te entendió antes, ¿Qué te hace pensara que lo hará ahora? O ¿crees  que volverá contigo cuando le expliques?-
Sé que no entenderá ahora…  y pues no, no creo que vuelva, estoy completamente seguro que no lo hará. Es más, no sé cómo explicarte que aun sigo vivo y todo lo demás, pero que el me hace demasiada falta. El me lleno el alma de estrellas, y ahora, por la ausencia, dejo cada pedacito de él en cada historia, suelto un pequeño pedazo de estrella en cada papel, a ver si algún día puedo quitarme todo eso que me dejo encima.
 -y gracias a esas estrellas escribes como lo haces, esas estrellas te regalaron una manera de drenar y de decir las cosas, no entiendo por qué ahora quieres quedarte a oscuras tratando de matar  esas hermosas estrellas.-
Ok, basta. El intenso paranoico intento de escritor aquí soy yo. A veces pienso que se me nota demasiado que me hace falta. Lo nombro en cada página, en cada historia. A cada persona le cuento lo maravilloso que es.
-sí, se nota. A veces pienso que estás loco.-
Bueno, si Dalí estaba loco, ¿qué hay de malo que Brian esté loco?
-no nada, la diferencia ni se percibiría.-
Insisto, estas de un humor negro hoy…
-sí, algo tenía que aprender de ti, ya te lo dije-
Las luces siguen fastidiándome, no las soporto. Odio la fosforescencia
-y si algún día llega él fosforescente ¿Lo odiarías?-
No. Empezaría a amar la fosforescencia.
-tú no cambias, eres extraño ¿sabes?-
¿Extraño? O¿ incomprendidamente incomprendido?
-¿Qué es eso?-
Ser yo.
A si, algo así.
-¿salud?-
¡Salud!

(Te amaría si fueras fosforescente)

19/6/10

¿El beso de la muerte?


-No pensé que besaras tan rico, se nota que aprendiste algo durante este tiempo que (por suerte) no te encontré por ahí.- le dije.
- Si no fuera por las cuatro horas que te quedan de vida, en este momento estaría cacheteándote.- me respondió.
- No me quedan cuatro horas de vida. 
-Desde este momento si.- Lo escuché decir mientras se levantaba y se iba. 



19/4/10

Una pequeña despedida




Días como hoy me cuesta escribir. Más aun sabiendo que el motivo que me ahoga es demasiado grande como para tenerlo para mi mismo sin que me haga daño. El motivo de esta carta es simplemente decirte (o tratar de hacerlo) que no soy bueno para despedirme, menos si es de alguien que, aunque no parezca, se me hará muy difícil olvidar. Sé que estarás bien, eres de esas pocas personas que saben qué quieren y qué no. El único temor que me da, y lo reconozco, es que con el tiempo se vaya borrando mi recuerdo de tu memoria.

No haré esta despedida melancólica, detesto dejarme llevar por esas cosas que nos quitan fuerzas. Yo de por sí no soy muy fuerte que se diga y solo me remitiré desearte todo lo bueno que una vez quise darte. Ya escogiste seguir tu camino, un camino que me deja por fuera porque no tengo la opción de, al menos, poder verte. Ya decidiste que querías ver qué hay más allá de tus ojos, decidiste tocar con tu alma aquello que esperabas y que está más allá de los limites. No tengo moral para decirte que luches por lo que quieres, no hace falta que te lo digan. Este es un gran paso, y es tan solo el primero de muchos.

Tengo muchas historias escritas, tengo muchas personas nombradas en tantas líneas que ya ni sé quiénes son, muchos se olvidaron, otros aun tratan de ser recordados. Y solo pocos quedan en el presente… como tú. Que quedaras en esta carta para siempre por hacerme volar sin quererlo. Porque me quedaba en frio con alguna palabra que no me atrevía a decirte. No sé como despedirme de ti porque soy un niño que corre a ciegas buscando su triciclo para irse lejos, tropezando con males entendidos y palabras que no sabe cómo decir y que no entiende; soy un niño que huye sin importarle nada. Siempre camino lejos de mí, hacia nada. Como cuando te veía, y cuando caminaba por ahí, sentía que flotaba. Ahora solo deseo que triunfes, que te hagas cómplice de tus sueños y logres tus metas. Yo me quedo aquí. Recordándote y no dejándote morir. Seguiré buscando un lenguaje para los finales, para los nudos en la garganta, para decir cuándo y en cuanto tiempo uno aprende a dejarse llevar por el corazón y ver a alguien como algo más que un cuerpo, o una posesión. Yo me quedo aquí, escribiendo y tratando de conseguir una manera de decir las cosas sin que me cuesten lagrimas.

Te deseo éxitos y paz, la vida te dio la oportunidad de cruzar tus límites, crúzalos, y vuela lejos. Que aquí te seguiré recordando. Cuando estés solo, en algún momento de silencio, recuerda que eso no es soledad, es paz. Las almas buenas siempre tienen paz.

17/4/10

La última canción


   De las huellas sucias y oscuras que adornan mis horas solo puedo ver las sombras. Mi último destino está en tus manos, está en esta última canción llena de sangre y de soledad. Un solo vestido tiene la noche, está en tus manos. En mis ojos puedes leer la arena blanca que cubre el inframundo, llena de rosas negras y azules. Y los espectros que caminan entre llagas y gritos de dolor. 

Estoy luchando contra esto, estoy regalándote mi última canción, llena de amor y de oscuros besos. Porque está en tus manos la luz, ¿o la noche? Si, La noche es la que se retuerce del dolor junto a mí, en tus manos está mi nombre, mi destino. En tus manos esta Hades esperándome.

Carta de un asesino



    Cuando se amontonan los recuerdos duelen, sobre todo aquellos que llegan desde el olvido. Olvidar cosas es exponerse a renacer de nuevo. Yo recordé que mi naturaleza es más que un simple juego. Recordé que soy un asesino.

    En estos días me compararon con alguien que no tiene alma, que destruye todo a su paso y que solo vive para calmar su sed. Yo les dije a ellos que no lo hicieran, porque estoy detrás del límite, mas allá de la franja que lo delimita todo. Les dije que soy un asesino y no me creyeron.

    La diferencia del asesino, es que cada paso esta calculado, cada movimiento esta planeado para lograr un fin, yo olvide durante mucho tiempo que no debo desobedecerme bajo ningún concepto, no debo ir en mi contra, porque yo soy mi peor enemigo, soy el único que puede destruirme. Mientras los monstruos van destruyendo todo a su paso, yo tengo la inteligencia para camuflarme entre el espacio y el tiempo. 

   Mientras los monstruos viven para saciar su sed, los asesinos viven para matar y hacer daño. Y yo lo he hecho. Mientras los monstruos destruyen, los asesinos usan ruinas, perfecciones, defectos, usan todo a su favor. Mientras los monstruos son ciegos, los asesinos vemos todo lo que hacemos. Los asesinos pueden entran, camuflarse y salir vestidos de oveja. Pero un día ese asesino fue mordido por un monstruo, se durmió en la puerta de alguna cueva, y allí quedo en el suelo. Ebrio, sucio, destruido y casi muerto por un monstruo (el tercero que logra morderlo). Por no hacerse caso el mismo casi lo matan.

  Decidí dejarlo allí, solo, integro en sus reglas y en sus convicciones. Lo deje dormido sin su alma. Porque la perdió en un momento de confusión. Pero como dije al principio, los recuerdos cuando se amontonan duelen, o peor aun, arden como el alcohol en una herida abierta. Los asesinos no somos ciegos, sabemos bien quienes somos, como actuamos y a donde vamos. A veces uno piensa que uno puede cambiar su mundo si nos transformamos en otra cosa diferente a nosotros, pero no es así. Los grandes hombres de la historia son aquellos que sin salir de su papel que le toca jugar en la vida, lo hacen de la mejor manera posible. Por eso son grandes. Son ellos mismos. El asesino que crea que puede huir de su naturaleza esta pensando la mayor idiotez de su vida. Ya basta de niñerías, asumamos lo que somos. Y no me comparen porque yo no pretendo ser igual a nadie.

  Yo soy y seré siempre un asesino. El asesino que ha decepcionado gente, que ha matado el cariño que le tienen, he ido a donde he querido ir, he tenido a quien he querido tener. He hecho valer mi dignidad en secreto y en público. Ya me canse de tenerle compasión a la humanidad. Dios no la tuvo con Adán y Eva y los castigo por ser ignorantes, yo no tengo porque tener compasión por nadie. Ni dios tiene moral para exigírmelo. El dolor que no tenia nombre, resulto tenerlo. Las cosas que son eternas son aquellas que estas destinadas a ser eternas. Ya comprobé que el sueño de aquel asesino no es eterno. Debí haberme visto tan patético y tan humillante siendo la caricatura de persona que era. No supe sino hasta ayer que toda esa farsa del corazón roto es la excusa que usan los débiles para cegarse y no ver lo que son y a donde tienen que ir. 

    El asesino esta despierto, esta expuesto de nuevo al mundo. Se levanto y seguirá caminando por entre ustedes, como muchos asesinos. Me detengo solo este pequeño instante, no para justificarme, porque no le debo explicaciones a nadie, sino para dejar ver por un momento la parte más pequeña del asesino. La parte más silente. Esta carta es solo la cicatriz de tres monstruos que han logrado morder al asesino

Y yo que veia..


¿A quién le escribo? ¿Al fantasma? No, al que se fue. Al que camina a mi lado y no siente. O se preocupa por hacérmelo entender. Ya han pasado varios días, te he visto por ahí, en la calle, en el metro, en las avenidas. Antes eras tan invisible, tan insustancial para mí, que ahora, cuando apareces de sorpresa en mi camino, siento que a todo lo que me rodea le das sentido, aun después de habernos ido de nuestras vidas. Le escribo a aun fantasma, un espíritu que aun me asusta, me hace temblar, hace que suden mis manos, que me descontrole. Le escribo al viento, al recuerdo de cuando comencé a sentir que poco a poco se soltaban nuestras manos, ahora ni siquiera queda un “hola y chao” entre nosotros. Ya no sé a dónde vas, ya no sé qué miras. Solo veo un espíritu perdido en la calle. Un fantasma que aun sigo viendo, que aun me asusta. Lo peor de todo es que tengo miedo de que el día en que te esfumes por completo, no sepa que será de mí. Ya se te olvidaron mis gestos, ya se te olvidaron nuestras complicidades, ya te fuiste de mi vida principito, y ya no hay manera de hacerte volver. A lo mejor el problema fue que los dos estábamos muy ocupados; yo fingiendo que no te quería tanto y tú haciendo como que querías quererme. Y yo que veía esta historia tan larga.

El Péndulo


   El péndulo desprende sangre seca y dolida. El pequeño poeta ha muerto entre los gusanos de la tierra. Tierra rodeada de cadáveres de niños, porque al fin y al cabo, eres solo eso, un niño.

   Abierta hacia abajo se abre tu tumba, pequeño Poe. El oráculo te guía hasta donde están las almas más afligidas. El temor del hambre perpetua es la cumbre más oscura. El péndulo sigue bailando. Muerto para siempre, las ánimas del purgatorio te velan, día y noche por trece días. Con cada baile del péndulo el dolor se me retuerce en el alma. 

   El péndulo sigue bailando, sigue llorando lagrimas de sangre, lagrimas de hiel que llevaras en tus labios. Pequeño Poe, me dejaste el frío de tus labios ausentes, el regalo perfecto para hacer miserable cualquier alma triste que se lastime de vivir. Ante tu mausoleo he temblado al recordarte. Y como no hacerlo si estuviste allí para quebrar mi confianza y envilecer la voz que a lo lejos se negaba a morir. El péndulo llora al pequeño Poe. 

   Lo llora trece veces en trece vueltas y trece veces más frente a la tumba. Trece rosas negras adornan tu mausoleo y lo castiga con olores de soledad, soledad pintada de eternidad. La sangre ya fue derramada en tu boca, en cantaros de arcilla y oro; ha sido envenenada y ya va de mano en mano, siendo escupida y maldecida. El péndulo llora en sangre y en silencio su amor más amargo. 

   Me duele tu hora de partir. El tiempo, ya viejo, se sienta sobre una roca y, con su voz macabra, se ríe diabólicamente en mi cara. Bendita la hora de tu muerte. Esa es la sucia jugada que me destrozo el alma, y te apartó de mi, salvándome la vida. Ya no seré el esclavo de tu piel, el sediento de tus besos. Todo era mentira mi pequeño Poe, te perdí cuando el tiempo empezó a roernos las entrañas. Te llevaste mi mundo, te llevaste mi rosa azul, te llevaste mis palabras. 

   Y se que volverás cuando este abajo, para encadenarme al suelo y penetrar mi mente. Las trece lunas de tu velorio danzan con el péndulo. Mi pequeño Poe ha muerto entre trece rosas negras, entre trece gotas de sangre. Quédate inmóvil, que ahora puedes descansar en paz.

El susurro


Desde que la ciudad se volvió gris he acostumbrado a llorar, a llorar y a reírme de mi mismo. Cuando lloramos, es porque se nos desgarra el alma, porque sufrimos y dejamos que todo eso salga y se ahogue en un mar de sales sin nombre. Cuando lloro me siento débil, y me veo tan ridículo llorando que últimamente lo hago, me veo en el espejo y exploto en una risa que dura horas. Extrañamente, después de cada lágrima, de cada risa, después de ese ritual inesperado, me siento indestructible. Siento que nada puede herirme. Y peor aún, siento que nada en el universo se compara con toda esa ira silente que guardo en el fondo del corazón. Allá, donde se está más oscuro, más frío y más agonizante que en otro infierno que pueda existir o no sobre la faz de la tierra.

Últimamente, estoy como en las nubes, como sumergido en un mar de niebla. Solo deseo sentir el roce de la niebla por mi piel, nada más. Nada más que eso quiero sentir, y nada más qué eso siento. Es extraño, pero creo que el clima me ayuda. La niebla me ha traído a mi momento. Y lo sé porque ahora cada dolor, cada hueco en el alma, no duele sino segundos; no queda ni el vacío en el estomago. No queda ni el amor hacia mi madre. Parece que Elis susurró su palabra y arraso con todo lo que me pertenecía.

Ya no duelen tus palabras, ya no hacen hoyos en el corazón tus espinas que te empeñas en escupirme en la cara. Ya no. Ya no tengo llagas tan fuertes como para seguir cayendo de rodillas, ya no tengo más piel en la espalda. ¡Piedad por favor! ya basta de tantas puñaladas. Solo quedan ejércitos y ejércitos de lágrimas que salen con la niebla que arropa a la ciudad; salen cuando la luz tenue del cuarto se apaga. Ese ejército se renueva una y otra vez; como dando vueltas en círculos cada día para hacerme caer, llorar, hacerme ver el espejo, y reír, reír una vez más como cada noche. Para así sentir como Elis, dentro de su seno, me desnuda, me susurra mi propia vergüenza, y me hace invencible.

13/3/10

Angelica

Después de atravesar la luz, más allá del tiempo, se alza imponente y orgullosa la estatua de la vida. Yace corroída y resignada de que aún puede tener vida eterna. Lejos, más allá de la selva de las sombras, atravesando ríos de sangre y bajo la sombra de dios, yace triste la mujer que debía ser la más bella. Estaba muerta y poseída por los alientos de la muerte, en sus pies descansan hermosas flores que dejan escapar hermosos acordes de luto mientras que despiertan inquietas y sonámbulas de horribles pesadillas. La niebla sube desde el averno, la luz de aquel lugar es solo la luna soberbia y roja que fulgura hambrienta de carne. Atravesé la luz de mi vida, solo para encontrar, decepcionado y triste, que la vida sonríe en la luz; y en la oscuridad llora desgarradamente sus desdichas. Después de atravesar la luz, mis alas llegaron más allá del tiempo, a donde descansa feliz y con el rostro deforme y triste la vida que una vez me perteneció.