14/8/11

David


     Ese día David se quedó sólo en una esquina del cuarto, repitiendo la misma frase una y otra vez. Se quedó meciéndose sobre sí mismo. Mientras, la niñera veía televisión en la sala.  En medio de aquel susurro de rezos solo lo acompañaba “Pelu”, su osito mecánico de peluche. Pelu estaba programado para ciertas acciones cuando David tuviera recaídas de ansiedad.  Minutos antes David había ido a la biblioteca de su padre, quería hojear de nuevo aquel libro de dibujos que le habían regalado hace días atrás. Pero en su búsqueda halló por error otro libro, uno forrado de piel humana cuya portada era  adornada por una estrella de cinco puntas y, aparentemente, hecha con sangre. Sangre que lucia seca, vieja; maldita. David lo tomó y lo llevó a su cuarto.

    En medio de la noche David escuchó ciertos ruidos en la ventana del cuarto, sombras, vientos que hacían chocar ramas contra el vidrio. David cerró los ojos con fuerza, buscó en el suelo a Pelu  y le presionó la mano para oír su infantil risa seguido de: “aquí estoy para acompañarte”.  Los vientos siguieron una y otra vez, las sombras parecían ir y venir, encogerse y agrandarse. David seguía con los ojos cerrados, una y mil veces más presionaba la mano del peluche, y se volvía a oír “aquí estoy para acompañarte”. Ahora la frase retumbaba en todos los rincones de la casa, parecía un eco seco en toda la habitación. De repente, silencio. Todo estaba aparentemente en calma hasta que, por un segundo, David sintió como unas manos rozaban sus piernas. 

     Aterrado, David corrió hacia la puerta, se atascó  y por momentos no podía abrirla, Pero lo logró. Salió corriendo, gritando sin parar pero… Al llegar a la planta baja se tropezó con el cadáver de la niñera; estaba descuartizado y le habían quitado la piel tajo por tajo hasta dejarla desollada. Pero, más allá, en un rincón de la sala; estaba Pelu, sin pilas y en el lugar de la cabeza solo había relleno.  Arriba del peluche se alzaba una gran estrella de cinco puntas. Se dibujó con la sangre de la niñera.

     Al día siguiente el vecindario amaneció agitado, los policías bordeaban la casa. Cuando llegaron los padres de David se hicieron tantas preguntas… que la respuesta vino por si sola cuando vieron el libro forrado de piel, en el cuarto de David, abierto en las paginas 35 y 36.  Las páginas donde se podía leer un antiguo rezo para un demonio olvidado. Los padres de David, desde ese entonces, guardaron su biblia negra en un cofre debajo de la cama. 

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