25/6/10

Jey

Hoy te recordé, y no encontré mejor manera de hablarte que esta, aunque sé que esto no lo leerás, y peor aún, que nadie sabrá que puedo decir de ti. ¿Y qué puedo decir de ti? Que eres una gran persona, o lo eras porque no sé si estás vivo aun. Recuerdo que siempre sabias diferenciar lo bueno y lo malo, entre buenos y malos también. Nunca te importó la mirada indiferente  de la gente que formaba parte de tu día a día. Ayudabas a quien veías que lo necesitaba, y tu única recompensa eran esas monedas de poco valor que le sobraban a los demás. A veces la vida te recompensaba con comida, muchas veces no lo hacía. Te recuerdo con tu siempre manía de peinarte. Pasabas todo el día, todos los días peinándote tu cabello sucio y descuidado. Recuerdo a tu hermana y a su mirada indiferente cuando te veía, a la señora del segundo piso que era una bruja que habías visto volar, que si la gente te trataba como loco, que eras feliz y sobre todo, que tenías tu propio mundo. Al que estaba sólo le hablabas de ti, de tu pasado que era un libro abierto para todos con todos sus secretos gritados a voces.  Pero eres humano después de todo y por eso llorabas y gritabas por las noches; aún cuando los vecinos te gritaban y te lanzaban cosas para callar el grito de tu soledad. Te vi llorar cuando tu mama decidió irse de este mundo, en la planta baja del edificio. Me di cuenta que eras como un niño cuando agarraste su mano tibia y llorando le pedias a gritos que no te dejara solo en ese lugar que estaba lleno de gente mala. Ella era la única que te recibía con los brazos abiertos.
Un día salí temprano del liceo  y al llegar vi como estabas en el sexto piso tratando de volar. Pensé que tenías ganas de salir volando y perderte en el infinito. Pero lo lograste Jey, lo lograste. Al día siguiente volviste con tu rutina de siempre. Le hablabas de ti al silencio, tu único amigo. Le hablabas a la soledad de tus miedos, de los malos hombres que siempre venían por ti. Comprendí de esa manera que eres un niño atrapado en un mundo ajeno, en un mundo de adultos que miran con desprecio,  un mundo que te lanzaba lejos de todo. Qué hermoso fue ver que luchabas contra eso día a día. Nunca te dejaste que la vida te arrastrara con ella. Poco a poco veías que mientras muchos te despreciaban y te miraban por encima del hombro, otros nos alegrábamos de verte indetenible y constante.
Un día pude ver de cerca tus ojos, logre ver la esquina fría y oscura donde te quedaste sentado, solo y llorando en algún momento de tu niñez.
 Nadie tiene derecho  juzgarte, ni a ti ni a nadie que sea como tú. Aunque llores, aunque grites por horas, aunque corras y trates de volar para huir, nadie tiene derecho a verte con desprecio.  La vida te regalo de una manera muy cruel tu alegría cuando, a los diez años, alguien si intención dejó caer un ladrillo sobre tu cabeza. 
Jey, eres libre en tu mundo, desde niño, y para siempre, serás un niño cada día.  Solo te importa que la gente se sienta bien, que se rían contigo, que te miren cuando los saludes. La gente no valora que no tengas prejuicios, que seas sincero, que la vida te parezca un juego absurdo.
Ojala todos tuvieran un poco de tu locura. Y si, yo sé que no estás loco, y solo eres así por la maldad inocente del destino. Pero eso no te quito la vida, te dio una nueva. Aunque con un precio muy alto y muy cruel, que ni si quiera yo en mi sano juicio quisiera pagar. Y es por eso que te admiro Jey. Y también te recuerdo donde quiera que te encuentres. Así estés sólo, riendo, llorando, gritando o tratando de volar para  huir de este mundo cruel. 

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