25/6/10

En mis horas más oscuras.

Recuerdos aquellas horas negras, oscuras y enfermas. Encerrado aquí, entre bacterias y restos de asquerosidades humanas. Desde que soy preso político no hago sino luchar contra mis miedos, contra mí mismo. Pero también lucho contra él.
A ver, hagamos un recuento de todo lo que haces aquí, en la misma prisión pero fuera de las celdas. Matas, humillas, consumes, te masturbas cuando todos dormimos, pero sabemos que haces y con quien lo haces. Tengo tres días sin comer y ya no concuerdo lo que escribo, pero sé bien que digo. Sin necesidad de consumir la porquería de drogas que usas, puedo imaginar una y mil veces como te sentirás cuando siga humillándote. ¿De verdad crees que eres tu el que me humilla? Tu vienes y echas sobre mi baldes y baldes de excremento,  escupes mi comida y orinas la poca gua que puedo beber. Pero eso no me detiene, eso no destruye mi paz, mi esencia, mi temple y mi fuerza para seguir adelante, y más aún: para seguir con mis ideales en pie. Tus malditas ofensas solo me alimentan el ego, soy tan importante para ti que necesitas sentirte superior humillándome, pero no lo logras. Son tantas horas oscuras las que paso aquí, que a veces la luz del sol se me hace extraña, pero aunque este en la mas negra y maldita de las oscuridades, recordare tu asqueroso rostro, tu patética mirada de idiota sin madre; y la recuerdo tan bien porque aquí donde me ves, callado y sin ningún gesto de dolor, dentro de mi alma te maldigo con cada respiro, con cada lagrima, con cada segundo que me dejas aquí tirado y humillado. No puedes destruirme, no puedes hacerme uno de los tuyos. Tu intentas alimentarte de mis dolor, de mis ganas de morir; pero ni eso obtienes de mi. No te voy a dejar comer de mi espíritu, no te daré ni una sola gota de mi orgullo. Te ves tan asqueroso, como uno de esos enfermos hambrientos que te quitan la comida de las manos y se la comen con ansias, con enfermedad, con gula. Yo en cambio si me alimento de ti, de tus miedos, de tus penas, de tu asquerosa infancia cuando tu padrastro abusaba de ti. Y cada noche se dibuja una sonrisa en mi rostro cuando escucho tus gritos, tus miedos, tu niño perdido dentro de ti que grita y huye de su violador. Ese premio vale la pena, y cada noche cuando sueñas, me regalas el mismo premio que crees obtener de mi. Ya no tengo hojas,  todo está manchado de sucio, las ganas de vomitar son insoportables.  Pero te juro por mi dios, por el nombre de mis hijos, por el amor de mi madre, que cuando caigas escupiré tu fosa y la llenare de serpientes y cucarachas,  y echare sobre ti los mismo baldes de mierda, la misma agua sucia; para que ni los gusanos se denigren a comerte ni un solo pedazo de tu carne.
Mientras tanto, seguir aquí encadenado a tu capricho, viendo como cada día intentas inútilmente hacerme caer. Sigue escupiendo mi comida, sigue maldiciéndome con cada palabra, que yo lo hago con cada pensamiento. Mi mayor premio es ver cómo después de horas y horas tratando de humillarme, te largas con el corazón consumido en impotencia y en soberbia, y ese premio amigo mío, es algo que jamás podrás quitarme. Jamás. 




No hay comentarios: