27/7/11

En Blanco

     Todo esto es porque cuando me siento se me va el alma, se me apaga el corazón y no salen las palabras; mejor dicho, no se transforman en letras.  Están cansadas, supongo. Y no se trata de cansancio físico, se trata del emocional; de ese que le da a la gente cuando lleva veinte años al lado del peor hombre del mundo pero sin embargo lo da todo por amarlo. Por eso, a veces, opto por huir de la escritura. No por cobarde, sino por misericordia. No voy a exigirme el sentarme a escribir cuando siento que ya nada tiene sentido, cuando siento que cada vez se me muere más rápido el tiempo.  Antes me llenaba de cosas que me dejaba la gente, me entregaba a esos amores fugaces que te ilusionan al primer día. Ya no. Desde que decidí amar a mi soledad y vaciar todo lo que he arrastrado me siento indefenso delante de una hoja en blanco. Supongo que antes todo lo que escribía era ajeno, era de ellos y ellas, de esos a quienes les devolví el golpe con mis palabras, o que les llore en dos cuartillas y media. Supongo que antes no escribía cosas mías sino todo lo que me robe de los demás por capricho, por sentirme nadie. Ahora que me libré de eso, me llené de soledad, de paz y de mi mismo; todo parece irse a la mismísima mierda de nuevo. Ahora que siento que no tengo porquerías en el alma, me doy cuenta que no estoy lleno de nada. Solo de malos recuerdos, de citarices estúpidas, de promesas absurdas que una vez creí. Ahora entiendo la clase de basura en que me había convertido. Aun sigo perdiéndome en el blanco.

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