27/7/11

Padre (he) mos pecado I

I
SANTO CINISMO
“He cometido el peor pecado
Que uno puede cometer. No he sido feliz.”
Jorge Luis Borges


    Y allí estaba  yo otra vez, sentado en el último banco de la iglesia, viendo como daba su misa así, tan tranquilo; como si nada hubiese pasado. A  veces  pienso que dios me castigará por cínico y no por mis pecados carnales. Durante la misa no dejé  de verlo;  tan lindo, tan sereno. Todo era casi perfecto  hasta que apareció Saúl de repente y, en plena misa, se le ocurrió abrir su gran bocota y armar tremendo escándalo.

     Todo viene al caso porque días atrás, cuando salía de hacer un trabajo para la universidad, se me ocurrió la idea de ir a tomarles fotos a los santos de cierta iglesia (la cual no nombrare) que queda cerca de mi casa. Hice lo posible por pasar desapercibido para que no me prohibieran usar la cámara, pero me pillaron.  Estaba justo al frente de la Virgen Dolorosa cuando sentí una mano en mi hombro y una voz que me dijo: “disculpa hijo, pero no puedes usar cámaras en la iglesia”. Está demás decir que no tenia donde correr o meter la cabeza para que no se me notara la vergüenza,  pero me voltee y muy amablemente me iba a disculpar pero no lo hice. No sé qué fue, o como fue, pero lo cierto es que no pude mover media célula de mi cuerpo. Cuando vi quien tenía frente a mí, supe que mi libido no estaba tan muerto como yo pensaba. Era el nuevo cura que había llegado a la parroquia. Bueno eso creo porque jamás lo había visto en la iglesia, de hecho no veía  a nadie ahí porque nunca voy a ese lugar pero ese no es el punto.

     El punto es que en ese instante me quede sumergido en sus ojos color miel y en su boca rosada. Con los 29 años que le calculé era el hombre más sexy y tierno que jamás había visto. Ya sé lo que sintieron Adán y Eva al estar tentados a pecar con los ojos de dios encima de ti.  Después de un breve momento reaccioné, le pedí disculpas e intenté explicarle que las fotos eran para un trabajo de la universidad (cosa que era absolutamente mentira) y con eso pensé que me salvaría de un sermón de esos que siempre se la pasan dando sobre la honestidad, el amor y bla bla bla. Lo cierto es que iba en retirada cuando oí: “si necesitas alguna información puedo dártela,  con gusto te ayudaré”.  Por un momento, y creo que tengo el deber de decirlo, apelé a la honestidad y decirle que “no lo necesitaba y que  gracias”, pero no.  Solo se me ocurrió decir una sola cosa: “si usted se ofrece a ayudarme, créame que no me negaré”. Pensé que después de esa directa mínimo iba a recibir una maldición o que me expulsaría de ahí y me llamaría hereje o qué sé yo, pero no fue así…  ya  a los cinco minutos estaba en su despacho (si es que se le puede decir de esa forma).

      Comenzó a preguntarme que para qué eran las fotos, le inventé que era para una materia llamada Formación Humano Cristiana (que la odio cabe acotar) y tenía que tomarle fotos a los santos para una lamina de la exposición que me tocaba. Me creyó y por un instante pensé que estaba en algún tipo de trance o algo extrasensorial que le impedía captar que todo aquello era una gran mentira. Solo quería estar con él, por alguna razón quise hacerlo y no quería irme. No sin antes darle al menos un beso (muy soñador yo ¿no?).

     La conversación estuvo aburrida los primeros cinco minutos. No le veía sentido estar ahí, esperando a que un cura (nada más y nada menos)me lanzara una señal o me diera la oportunidad de poder hacer algo más. Me sentí hasta mal conmigo mismo y pensé: “Verga Daniel, que de lo último, te quieres tirar al cura. Desgraciado. Dios te dejará sin pipi y serás pasivo toda tu vida por abusador. Además, no eres un niño, olvídate que te hará algo”. Todo eso hasta que al fin me decidí y le dije: “padre, le confieso que estoy aquí porque usted me atrae, su boca me está tentando a pecar y no quiero faltarle el respeto.”  Después, para hacer el paro le agregué: “discúlpeme, pero me voy, no quiero tener problemas”.  Y así fue como salí y no volví a pisar más nunca la iglesia. Bueno, más nunca no, la pise sino a los dos días.

      Eran como las seis de la tarde, mi novio Saúl tenía ya media hora de haberse ido.  Todavía recordaba cada instante que pasé con el cura en el despacho. Tenía ganas de ir a verlo, pero no podría con la vergüenza. Tocaron la puerta, y como mi abuela estaba en misa (es Católica fanática de esas que se asustan con cualquier cosa que no encaje en sus dogmas retrógrados y arcaicos) pensé que era Saúl pero, para mi grandiosa e increíble sorpresa, era el cura de mis fantasías acompañado de mi abuela.  Ella siempre va a esa iglesia y el nuevo cura fue invitado a la cena de bienvenida organizada por la comunidad.  Me sorprendí mucho cuando lo vi, de hecho me sorprendió todo. Durante la cena tenía un motivo para mostrarme amable y servil con el club de chismosas de la cuadra, léase amigas de la iglesia  de mi abuela, pero solo para estar cerca y hablar con él. La noche pasó sin mayores detalles, casi ni me hablaba. Pero como dicen por ahí, las cosas pasan por algo. Pero bueno, sigo:

      La reunión terminó (al fin) y debido a lo segura de mi zona (estoy siendo sarcástico) todo el mundo tenía que irse temprano.  Él, al parecer,  vivía más lejos y  se quedó por petición de mi abuela. Yo, como era de esperarse, eché por la poceta todo rastro e ideología acerca de la moral y las buenas costumbres. Mi abuela le dio el cuarto de huéspedes (que gracias al universo estaba al lado de mi cuarto) y ya, al menos,  estaba más comunicativo. Hablaba con mi abuela y también me incluía en las charlas, pero de manera inocente. Si no me gustara pensaría que es un idiota por tratar de incluirme en sus charlas religiosas que jamás me han interesado. Pero era él, y cualquier excusa era perfecta para sumergirse en sus ojos. Pasado un (buen rato) todos nos fuimos a dormir... Bueno “todos” no, yo me quede despierto dando vueltas en la cama. No hacía sino pensar en cómo olería de cerca, en lo suave de sus labios, en lo retorcido de mi momento sacrílego de la noche.  Definitivamente estaba loco y desquiciado para estar en esas por un padre, por un mortal más que aunque este vestido de negro, sigue siendo un cuerpo que siente, que desea y que estaba ese día por algo en mi casa, al lado de mi cuarto y yo con ganas de ir a visitarlo. Claro, tendría que ser demasiado tarado para cometer semejante estupidez, así que, como todo cobarde, deseché la idea. Me rendí, no haría algo que fuera en contra de mi valores. Creo que, en el fondo, le temo a lo sagrado; A lo que nunca conocí.

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